Ondulante. Dominada por la mítica montaña que se llevo consigo a casi todos los habitantes de Pompeya, Erculano, Stabia y Oplonti, en el año 79 d.C.
Napoli es rumorosa.
Cosmopolita. Con un tráfico, de tal manera complicado, de dejar huellas indelebles en la mayor parte de los automóviles que circulan.
Está claro que, sean los Borbones sean los Savoya, habían transformado a Napoli en una ciudad real de sus respectivos reinos.
A algunos amigos les he oído decir: “Napoli es muy bella, pecado que este llena de napolitanos” “Atención a la billetera!”.
Yo, en cambio, pienso todo lo contrario.
Napoli no sería tan bella y fascinante si no fuese porque sus habitantes son napolitanos a todo efecto.
Desde el dialecto dulcísimo y musical hasta la cortesía y el calor humano, hay todo un arcoíris variopinto por conocer.
Cierto que sus calles y plazoletas están plagadas de extracomunitarios -mayormente africanos de color- que tiran la mercadería en el suelo mientras la policía lucha –vanamente- por echarlos de alli.
Cierto que existe la “camorra”. Organización mafiosa que se “aggiorna” permanentemente buscando controlar las actividades más diversas de la ciudad.
Pero este problema no es patrimonio exclusivo de Napoli, Sicilia, Calabria, Puglia o del "Meridione" italiano.
Sucede en todas partes del mundo.
Sucede en todas partes del mundo.
Cierto que Napoli esta sucia o, al menos, así lo es actualmente. Como sea, no podría jamás afirmar que el napolitano sea un pueblo sucio. Más bien diria contestatario.
La basura y su procesamiento son problemas, de tal manera complicados, que ponen en crisis a las más grandes ciudades del planeta.
Bien pronto, quizás llegara también a Roma y a otras ciudades “desarrolladas y limpias” como Torino o Milano, si no reaccionan rápidamente.
Cierto que, en Napoli, es más notable la desocupación debido a la gran inmigración -pobre y sufrida- que viene de ultramar buscando un futuro que no tienen en Africa.
Cierto que, en Napoli, hay algunos problemas de seguridad. Pero donde no los hay? Quien podria tirar la primera piedra?
He caminado Napoli. De día y de noche. No he tenido jamás un problema, más aun, he recibido de ellos solo lo mejor.
La devoción por Maradona es casi igual a la que profesan por San Genaro, el milagroso santo cuya sangre se licua una vez al año.
La “capilla”, hecha a propósito con los cabellos del "10", billetes argentinos, fotografías y escritos de todo tipo es custodiada hasta por el dueño del bar de al lado.
El mismo me dice, harto de los turistas argentinos que critican al Diego pero quieren llevarse la foto: “No sos el primero en fotografiarte junto al dueño de la mano de Dios, sos el millonésimo”.
Comprendo esta relación de amor entre Diego y los napolitanos. Ha sido él y solo él quien les dio todo. No solo deportivamente. Ellos le responden con su corazón.
He comido la mejor pizza de toda Napoli y de toda Italia en lo de “Michele”. Un lugar lindo. Pequeño. En via Cesare Sersale. Siempre lleno.
Por lo de Michele han pasado los más famosos. El propio Maradona, Sofia Loren y tambien Julia Roberts han disfrutado el producto de esos “pizzaioli” que se enorgullecen de estar allí desde 1870.
La buena pasta, en cambio, se come en “Mimi alla Ferrovia”. A dos pasos de nuestro hotel, en la esquina de Via Alfonso D'Aragona.
Un “ristorante” bien puesto, bien servido y, sobre todo, a muy buen precio. En los últimos días elegido por Maradona para invitar a cenar al jefe de la agencia de impuestos italiana.
El pescado, en cambio, lo he comido en la trattoria “Nennella”. Restaurante en pleno barrio de los Españoles con una atención muy especial. Informal. Casi como en la Parolaccia de Roma.
Los camareros se divierten entre ellos continuamente. Se pegan cada vez que a uno se le cae un plato o un vaso. Gritan todo el tiempo al ordenar un menu o para agradecer la “propina” de un cliente.
Tal vez porque balconea sobre el “mare nostrum”, las ciudades importantes del Norte –todas ellas mediterraneas- como Milano, Torino, Firenze o Roma, tienen cierta envidia hacia Napoli.
Su golfo “azzurro”, el Vesuvio y la luna creciente reflejandose en el mar, crean un telon de fondo magnifico en un paisaje inusitadamente bello.
A lo lejos, las islas de Ischia, Procida y Capri se recortan sobre el horizonte pretendiendo cerrar el abrazo gigante de ese golfo encantado.
Que decir sobre “Spaccanapoli”.
Esa calle, asi vulgarmente llamada (spaccare = partir), que divide netamente con su perfecta linealidad, la ciudad antigua entre el norte y el sud.
Esta vía constituye el Decumano (en latín: decumanus), eje que corría en sentido este-oeste en las ciudades romanas.
Junto al Cardo, eje que lo hacía de norte a sud, eran la base del esquema urbanístico ortogonal de la “centuriazione” romana (cuadrado de 60 hectáreas).
En el cruce de estas dos directrices principales se encontraba casi siempre el foro, o sea la plaza principal de la ciudad.
Spaccanapoli se subdivide en tres tramos: la Via Pasquale Scura parte de la cima de los Quartieri Spagnoli; la parte central, constituida por las vias Maddaloni, Domenico Capitelli, benedetto Croce e San Biagio dei Librai, donde se encuentran famosas plazas como la del Gesu Nuovo, San Domenico Maggiore, piazzetta Nilo y Largo Corpo di Napoli. Y, finalmente, la parte de Forcella.
En el origen, este trazado comenzaba en Piazza San Domenico Maggiore y proseguia hasta via Duomo.
Las numerosas Iglesias y plazoletas, el Castello, la Piazza del Plebiscito, la Galleria Umberto I, el Molo Beverello (desde donde partían los emigrantes para America) y la hermosa costanera, entre otros, hacen de Napoli una ciudad de ensueño.
Que enamora a quien la descubre.
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