Por
el Prof. Arq. Jorge Alberto Garrappa
La definición de arquitectura que más me
seduce es aquella acuñada por Le Corbusier: “Es el juego sabio y magnifico de
volúmenes agrupados bajo la luz”.
Me seduce porque -en pocas palabras- deja liberado un inmenso contenido metodológico, procedimental, tectónico, perceptivo y emotivo del quehacer del arquitecto.
Es un juego…
Me seduce porque -en pocas palabras- deja liberado un inmenso contenido metodológico, procedimental, tectónico, perceptivo y emotivo del quehacer del arquitecto.
Es un juego…
Porque
lo lúdico es siempre atractivo, alegre, divertido, apasionante, atrapante y
extremadamente agradable al espíritu.
Es un juego sabio…
Pues
la sabiduría conlleva el dominio del saber y del hacer de una disciplina de
alta complejidad como es la arquitectura.
Es un juego magnífico…
Porque
nace de la necesidad humana, se desarrolla en un mar de cruciales decisiones profesionales
y debe culminar con la satisfacción plena de la necesidad que le dio
origen.
Es un juego de volúmenes
agrupados...
En
efecto, el espacio debe ser “envuelto en cajas tridimensionales” –físicas o
virtuales- interconectados entre sí de la manera más razonable y eficiente.
Todo… bajo la luz
La
presencia de la luz nos hace posible ver todas las cosas, percibir
sensiblemente las formas, perfiles, siluetas, planos, curvas, penumbras y
sombras; es decir, la naturaleza y la arquitectura.
Es
la luz, el mejor atributo de la buena arquitectura? Seguramente.
Otra
sorprendente definición de arquitectura es la de Arthur Schopenhauer: “Arquitectura
es música congelada”!
El
lenguaje metafórico es la mejor forma de expresar pensamientos y enriquecer el lenguaje.
Es música…
Tal
vez, por la similitud de códigos y signos con que se realizan y se comunican tanto
una composición musical como una composición arquitectónica.
Tal
vez, por la diversidad de instrumentos que deben participar en la “materialización”,
tanto de la pieza musical como aquella arquitectónica.
Tal
vez, por la particular y personal impronta que le debe transmitir el director a
sus músicos para sacar de ellos -los ejecutantes- lo mejor.
Congelada …
Tal
vez, porque Schopenhauer interpreta que la arquitectura carece de la “dinámica”
que tiene la música. De cualquier manera esta metáfora atraviesa cualquier
especulación que podamos hacer.
La
"idea", expuesta por el filosofo alemán, congela de alguna manera el
movimiento propio de la música y, al mismo tiempo, limita a la arquitectura a
una fotografía, a una imagen congelada de un edificio.
En
tal sentido, sería muy lamentable comprobar el éxito que la sentencia de
Schopenhauer tendria en la actualidad.
Mucho
más lamentable seria verificar que, desde las escuelas y los medios de comunicación
de masa, se postula como arquitectura aquellas imágenes “congeladas” de ciertos
iconos edificados y encorsetados en “estilos” sin identidad.
No menos magnifica resulta la sintesis de Ludwig Van Beethoven: "La arquitectura es una musica de piedras y la musica, una arquitectura de sonidos".
No menos magnifica resulta la sintesis de Ludwig Van Beethoven: "La arquitectura es una musica de piedras y la musica, una arquitectura de sonidos".
Es
bastante fácil comprender que, el gran maestro, se refiere concretamente a la composición.
En
ella –la composición- radica el verdadero talento y capacidad del artista para adecuar distintos elementos dentro de un espacio combinándolos, de tal
forma, que todos ellos sean capaces de aportar un significado a la totalidad de
la obra.
Mi
intención, respecto a la relación dialéctica arquitectura-música, es ir más allá de disquisiciones filosóficas o
científicas.
Más
bien pretendo exponer lo que genera la música durante el proceso creativo de la
arquitectura.
Contra
ciertas opiniones y reglamentos -que pretenden “penalizar” la utilización de
música en las aulas- yo afirmo definitivamente que el resultado obtenido en
estos procesos es excelente.
Desde
hace años, en mis cátedras de la Escuela Técnica y de la Facultad de Arquitectura,
escuchamos música mientras realizamos trabajos prácticos y de taller.
El
“Nessun dorma” de Giuseppe Verdi, arranca inicialmente sonrisas y algún que
otro murmullo socarrón entre los alumnos. La mayoría, poco habituados a
escuchar música clásica.
Sucede
que las radios y la televisión ya no difunden esta música con la frecuencia que
deberían hacerlo.
Al
cabo, el silencio se adueña de la clase o, mejor dicho, la música llena esos
espacios intersticiales que están vacios.
Ya plenamente desbordadas
las compuertas auditivas, la música inunda el alma y acompaña dulcemente la
actividad creativa de los jóvenes estudiantes.
La
música es capaz de “descongelar” las imágenes y sensaciones arrumbadas en los
más recónditos rincones de la mente y del corazón humano.
Actúa
como aglomerante. Como lo hace cemento que, en contacto con el agua, aglutina
los áridos del hormigón transformando esa mezcla en una roca artificial.
Ni
más ni menos, la música, en contacto con el alma, puede ligar la imaginación, la
pasión, la técnica, la teoría y hasta la comunicación de las ideas e
invenciones.
Ahora,
apenas iniciado un examen parcial o final, siempre estresantes por cierto, los
alumnos me solicitan escuchar música clásica de fondo.
Una
vez más, el silencio se adueña del aula o, mejor dicho, la melodía satura el
espacio favoreciendo una mayor concentración.
En
esa atmosfera agradable, el stress se diluye y la relajación de los músculos permite
pensar de manera descontracturada, la problemática específica.
Otros
géneros musicales, mas rítmicos y populares, también colaboran a “levantar el ánimo”
luego de una clase de Algebra, Calculo o Filosofía.
Al
promediar el año, la producción creativa y la alegría de aprender haciendo, se
ve incrementada considerablemente gracias al empleo metodológico de la música durante
el proceso de aprendizaje de la arquitectura.
De
hecho, desde la cátedra se induce al alumno a descubrir la relación estrecha entre
ambas artes superiores de la humanidad a lo largo de la historia.
La
música y la arquitectura llegan a todo el mundo sin distinción de clase,
religión o raza. Sus lenguajes son universales.
El
concepto o idea generadora, los espacios, las líneas, las claves, la simetría,
la jerarquía, el ritmo, la repetición, las variaciones, los silencios o,
simplemente, la transformación, son atributos comunes.
A
esta altura debo decir que, por ser músico y haber crecido en una familia de
músicos, resulta algo más sencillo comprender los beneficiosos efectos de la
música sobre los sentimientos de las personas.
Se
dice, por otra parte, que algunos no tienen oído musical. No es verdad. Todos
tenemos oído musical.
Benjamín
Zander afirma que: “una persona sorda
musicalmente no podría cambiar las marchas de su auto, no podría diferenciar
uno de Texas con uno de Roma ni tampoco podría reconocer la voz de mama al
teléfono”.
Esto,
echa por tierra la falacia de asegurar que la música clásica es solo para
“entendidos”.
La
buena música, la música más completa que existe, posee tal belleza que
difícilmente persona alguna lo pueda soslayar.
De qué manera, la
música influye en las personas?
Pues sirviendo
como estímulo de emociones y funciones orgánicas. Obviamente, para que esto se
dé, la música debe cumplir ciertos requisitos: que guste al oyente, que lo
emocione y que, las circunstancias en que se la escucha, sean las adecuadas.
Según la
musicoterapeuta, Dra. Serafina Poch Blasco (1), “afecta a la bioquímica del cuerpo, acelerando o ralentizando todas las
funciones orgánicas. También actúa sobre nuestro sistema nervioso central con
efecto sedante, estimulante, deprimente, alegre, etc.
La música facilita el proceso de aprendizaje porque
activa una enorme cantidad de neuronas. Ayuda a desarrollar la inteligencia
forzando al oyente a seguir diversos razonamientos a la vez, voces o melodías
de la composición musical.
-Puede despertar, evocar y fortalecer cualquier tipo de emoción.
-Puede despertar, evocar y fortalecer cualquier tipo de emoción.
-Puede provocar la expresión de uno mismo.
-Puede iniciar al oyente en la reflexión y a mejorar su
pensamiento lógico, preservando su creatividad.
-Puede estimular la imaginación y ayudar a desarrollar la
creatividad.
-Puede ayudar a desarrollar la memoria, el sentido del
orden, la capacidad de atención sostenida y el análisis.
-Puede ser una fuente de placer, semejante al juego,
debido a la constante variación de los sonidos musicales.”
En
un reciente viaje a Buenos Aires, con alumnos de 5to. Año de la tecnicatura de Maestro
Mayor de Obras, visitamos la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UBA, entre
otras cosas.
En
la oportunidad, un grupo bajaba de los pisos superiores buscándome para hacerme
ver algo que los había sorprendido.
En
efecto, después de subir las anchas escaleras de hormigón, me condujeron al
taller de morfología.
Allí,
decenas de alumnos “croquizaban” con las más diversas técnicas de dibujo,
mientras desde unos bafles gigantescos llegaba la música clásica a buen
volumen.
“Profe, usted tenía
razón, acá también los alumnos trabajan mientras escuchan música”, me dijeron.
La
atmosfera creada en ese gran taller de la UBA era magnifico. El trabajo era
incesante, la concentración alta y los productos obtenidos de muy buena calidad.
“La música ayuda a no sentir dentro, el silencio que hay
afuera”
diría Johann Sebastián Bach.
Debo
reconocer que un gran alivio y satisfacción invadió mi alma. Y ya no me sentí
como Don Quijote luchando contra los molinos de viento.
- “Compendio de Musicoterapia” -Vol. I (1999, 2002), Vol. II (1999)-Editorial Herder, Barcelona).