"Escribid con amor, con corazón, lo que os alcance, lo que os antoje. Que eso será bueno en el fondo, aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará al lector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie; pero; bueno o malo, será vuestro, nadie os lo disputará; entonces habrá prosa, habrá poesía, habrá defectos, habrá belleza." DOMINGO F. SARMIENTO



miércoles, 26 de julio de 2017

LA INCOMPARABLE BELLEZA DE "LA ROTONDA"

Por Jorge Alberto Garrappa

“Tal vez nunca el arte de la arquitectura ha alcanzado tal grado de magnificencia” escribió J. W. Goethe después de visitarla, en 1786. 
Durante 500 años, la Villa propiedad de Monseñor Paolo Almerico Capra encargada al Arquitecto Andrea Palladio en 1570, ha sido visitada por poetas, arquitectos, monarcas, jefes de estado, estudiosos del arte, viajeros y miles de turistas de todas partes del mundo.
Todos, sin temor a equivocarme, nos llevamos de regalo una emoción inolvidable y única por su armonía y belleza incomparables.
“El sitio es de los amenos y mas placenteros que se puedan encontrar: porque esta sobre un montecito de facilísimo ascenso, por una parte, bañado por el Bacchiglione rio navegable, y por la otra, circundado por amenísimas colinas que configuran el aspecto de un gran teatro, todas cultivadas, abundantes de frutos excelentísimos y de buenísimas vides: desde donde se puede gozar de bellísimas vistas, unas cercanas, algunas más lejanas y otras, que terminan con el horizonte…”. Expresa el propio Andrea Palladio, en “I Quattro Libri dell’Architettura”, 1570, L.II, p. 18.
Es la mirada del arquitecto sopesando y valorando el sitio de emplazamiento de su paradigmática obra.
Finalmente Palladio girara la planta de modo de orientar cada diagonal exactamente hacia los puntos cardinales geográficos y asi obtener un asoleamiento similar en sus 4 frentes. 
Poco después de visitar el Santuario della Madonna di Monte Berico, situado sobre la homónima montaña y el Piazzale della Vittoria, desde donde se domina toda la ciudad de Vicenza, nos dirigimos en automóvil por Viale Dante Alighieri para tomar la Riviera Berica.
En menos de 7 minutos llegamos hasta la Via della Rotonda, calle angosta, sinuosa y amurallada, que nos conduce directamente hasta el portal de ingreso.
Justo frente a la entrada a la villa y, formando parte del complejo edilicio, se encuentra la capilla familiar, obra del Arquitecto Girolamo Albanese por encargo del conde Marcio Capra, a mediados del siglo XVII.
Después de adquirir nuestro ticket de ingreso comenzamos a trepar lentamente el sendero flanqueado por altos paredones de piedra rematados con sendas esculturas grecorromanas.
Ese trayecto, con la villa de fondo, constituye no solo una transición sino una fantástica experiencia para la percepción sensorial.
En efecto, al llegar a los jardines frontales, se percibe una sensación de sorpresa y alegría, de perfecto equilibrio entre el significado de la obra y la imagen obtenida, esto induce inmediatamente al silencio y la contemplación.
No se puede dejar de pensar en Palladio que no pudo ver terminada esta villa, si bien ya estaba habilitada al momento de su muerte en 1580, y debió ser concluida por otro gran arquitecto italiano: Vincenzo Scamozzi.     
Una somera mirada permite distinguir claramente los tres niveles compositivos del volumen edilicio: a) el "basamento" o zocalo, rústico destinado a estancias de servicio y habitaciones menores; b) el “piano nobile”, al que se accede por las escaleras principales al estilo etrusco atravesando las logias antepuestas y donde se encuentra el recibidor y las habitaciones principales;  c) el “mezzanino”, piso intercalado debajo o sobre el “piano nobile”, en este caso entre el nivel principal y la cúpula central, destinado a estancias secundarias y dormitorios.
A pesar de la aparente monumentalidad de la obra es una residencia pequeña pero muy luminosa, proporcionada y equilibrada a la escala humana.
Muchos han hecho análisis funcionales y morfológicos de esta paradigmática villa palladiana, en este caso prefiero transmitir lo que mis sentidos indican.
Antes de entrar en sus entrañas es recomendable recorrer su entorno inmediato, circundarla, apreciar su perfecta geometría, cada detalle de sus frente, cada vista del paisaje obtenida desde cada logia.
La genialidad de Palladio radica sin duda en haber eliminado la consueta y remanida jerarquía entre fachada principal y posterior. Cualquier frente puede ser el principal y todos son frentes principales. Cada uno con 5 estatuas de divinidades griegas, 3 en el remate alto del frontón y dos el arranque de la escalera. Maravilloso.
Es necesario detenerse en la materialidad de esta joya arquitectónica. Por ejemplo sus 4 escaleras de acceso. Como material utiliza la piedra cortada en sillares muy bien aparejados o trabados –hay que recordar que Palladio fue antes cantero que arquitecto- para repartir uniformemente el trabajo estructural de cada pieza.
El hexástilo romano de la logia está formado por 6 columnas exentas con basa con molduras, boceles y escocias; fuste sin acanaladuras y capiteles de orden jónico que sostienen el frontón clásico. Recuerda mucho al Panteón de Roma.  
Interesante es la decoración interna, con estucos diseñados por Alessandro Vittoria y frescos de Anselmo Canera, Bernardino India, Alessandro Maganza y Ludovico Dorigny.
Pero la grandeza de Palladio se debe medir en el control de la luz, de las vistas y de las dimensiones, las concatenaciones de las salas y de los cuatro ámbitos de conexión entre interno y externo y la direccionalidad de la implantación planimetrica desde el paisaje hacia el interior, tendiente a realizar las diferentes dilataciones y comprensiones de los espacios antes de la expansión en altura de la cúpula.
Llama la atención la diferencia de materiales de las 4 escaleras helicoidales alojadas en cada ángulo del cubo central que conectan el “piano nobile” con el “mezzanino”. Unas realizadas en “calcestruzzo armato” y otras en madera. Esto haría suponer el uso diferenciado de ellas sea para los miembros de la familia o para la servidumbre.
Para ver cada detalle de esta joya de la arquitectura sería necesaria una vida pero yo me conformo con las dos horas y media que me tomo recorrerla, apreciarla y grabar en mi mente mucho más de lo que he podido relatar en este humilde trabajo.
Al partir, no puedo quitar mis ojos de la Rotonda, de toda su imponencia coronando la cima de la colina entre la vegetación circundante.