Por Jorge Garrappa
Algunos
días atrás, Giuseppe Garrappa, pariente pugliese, me ha hecho llegar un
artículo, publicado el 8 agosto 2015 en un diario de Castellana Grotte,
titulado “La carta del frente de Angelo Garrappa”.
Dicho
artículo, escrito por el historiador y periodista Pino Pace, busca rendir homenaje a quienes murieron en la
Gran Guerra de Italia en acciones de combate y al mismo tiempo, echar luz sobre aquellos
que murieron fusilados por insubordinación o simplemente como escarmiento.
El
contenido del artículo de Pino hace erizar los pelos solo de imaginar el sorteo
de una decena de soldados que, al azar, deberán ser fusilados -por sus propios
camaradas- ante los ojos de toda la unidad militar para así neutralizar cualquier
futuro intento de rebelión o desobediencia.
“El
episodio que decreto una injusta damnatio
memoriae (daño de la memoria) de la
Brigada Catanzaro, fue la revuelta armada que se verifico el 16 julio 1917 en
Santa Maria la Longa, un pequeño centro entre Udine y Palmanova, donde la
brigada transcurría sus periodos de reposo en retaguardia. Determinada por un
incesante empleo donde fuese necesaria una intervención urgente, por la promesa
desatendida de ser transferida a un frente más tranquilo después de dos años
transcurridos en el Carso, y de un improviso reclamo en la primera línea,
después de haber sido mandada a reposo algunas horas antes, a causa de la
cesión de unidades que la habían constituido.
La
rebelión de la Brigada Catanzaro, la más grave del Ejercito italiano en el
curso de la guerra, causo 11 muertos entre oficiales y soldados, en el curso de
una furiosa balacera; rápidamente controlada incluso con la intervención de carros
blindados, tuvo como consecuencia el fusilamiento en el lugar de 4 amotinados y
el “diezmado” de otros 11, tal vez inocentes.
A
la finalización de la guerra el diario L’Avanti
del 16 agosto 1919 publico una carta firmada “Un oficial” que, condenando la megalomanía y la crueldad del
vértice militar, sostenía que los soldados, después de la 10ma. batalla del
Isonzo estaban en condiciones lamentables luego de una permanencia en las trincheras
de 40 días sin turnos de descanso.
Entre
los soldados, estacionados en Santa Maria la Longa, estuvieron también Gabriele
D’Annunzio e Giuseppe Ungaretti, que aquí compuso algunas de sus poesías, entre
las cuales la célebre “Mattina”, compuesta solo de dos palabras: “M’illumino d’immenso” (Me ilumino de inmensidad).
La
Brigada, reorganizada y enviada nuevamente en primera línea, mereció una mención
en el Boletín de Guerra por su valor y tenacidad en la ofensiva de agosto de
1917.
Con
la victoria ya conseguida, después de haber ocupado Trieste por más de un año,
la Brigada Catanzaro fue disuelta en junio de 1920.
Los
nombres de los rebeldes de la Catanzaro muertos durante la represión de la
revuelta, los fusilados en el lugar y los “diezmados” no fueron incluidos en el
Album de Oro de los Caidos y a sus Comunas se les informo que “faltaban entre
los vivos”, muertos por un tiro de fusil o por un hecho de guerra y no que
habían sido ajusticiados, tal vez por sorteo.
Pero
si el caso de la Brigada Catanzaro es emblemático, no es ciertamente el único,
el mismo criterio fue adoptado para todos aquellos que corrieron la misma
suerte: excluidos del Álbum de Oro, aun si sus nombres figuran en los
monumentos de sus ciudades.
También
en nuestro monumento a los caídos, por ejemplo, está incluida una docena de
nombres que están ausentes en el Álbum de Oro, historias que ignoramos
totalmente.
Recientemente,
el Estado Italiano ha prometido echar luz sobre esta página aun no indagada de
la historia italiana para hacer justicia a quien fue muerto sin culpa. A todos
aquellos muchachos castellaneses, casi doscientos, que murieron durante el
conflicto, debemos nuestras excusas por haberlos hasta aquí olvidado, también
por nuestro descuido, como sostenía nuestro mayor historiador Marco Antonio
Lanera, en su trabajo “Fuentes para la historia de Castellana”: “Verdaderamente nuestros Padres (conviene
decirlo sin rencores) no han hecho demasiado para conservar la memoria de la
Patria”.
Frecuentemente
olvidados, excepto por sus familiares, aun durante la guerra, como recordaba el
Concejal Juez Giuseppe Francavilla en la reunion extraordinaria del Concejo
Comunal de Castellana del 2 noviembre 1916, convocada para recordar los
primeros caídos castellaneses:
“A no pocos de
nosotros ha sucedido de oír en los breves retornos a nuestros pueblos que no es
confortable ver una gente desmemoriada que la disfruta mientras ellos, por el
porvenir de esa misma gente combaten, están condenados al sufrimiento y a la
muerte.”
En
la misma intervención Francavilla, en el listado de los caídos castellaneses,
cito primeramente a Angelo Garrappa, hijo de Aniello, muerto el 6 junio 1915;
en realidad difunto el 10 octubre del mismo año en el Carso por heridas
reportadas en combate, como resulta del Album de Oro. Ni siquiera dos meses
antes, Garrappa había enviado esta carta (tarjeta postal) a los suyos fechada
23 agosto 1915 y llegada a Castellana el 27 del mismo mes.
“Desde la Zona de Guerra
23/8/1915
Amadísimos padres:
Les escribo en respuesta a
vuestra querida carta haciéndoles saber que yo estoy bien de salud como espero
de todos ustedes en familia. Me ha traído un gran disgusto saber de la muerte
de mi nona (4). En relación a mi hermano Nicola, debo decirles que ha hecho mal
en casarse en vez de venir a cumplir con su deber como lo estoy haciendo yo.
Apenas reciban noticias de Gaetano me lo harán saber como también de Felice,
quiero saber donde ira y a que arma será destinado. Me alegra que mi maestro
este mejor y lo saludaran como también al tío Umberto, que ha venido desde
lejos para cumplir con su deber, me lo saludaran y me harán saber donde se
encuentra. Les recomiendo los pañuelos, de enviarlos rápidamente junto a
cualquier cosa de comer. El “pequeño habito” de la Virgen lo llevare siempre
encima. No tengo otra cosa para decirles, saludos a los nonos, a los tíos y
tías, hermanos y hermanas, a todos en familia, un beso particular a mi Ida, a
todos aquellos que preguntan por mí y a ustedes Padre y Madre tantos abrazos y
besos y soy vuestro afectuosísimo hijo.
Angelo Garrappa. Muchos
saludos a la familia de Antonietta D’Aprile. Pronta respuesta”.
Encontrada
por un descendiente, Jorge Garrappa, hoy residente en Argentina donde ha nacido,
esta misiva fue enviada en 2010 al sitio “Cimetrincee” dedicado a la primera
guerra mundial, donde esta reproducida.
Una
de las tantas cartas que los soldados mandaron a las familias desde sus
trincheras frecuentemente visitadas por la muerte, que mas que muchas palabras
nos restituye jirones de vida de esta generación perdida, con sueños y
expectativas que se han disuelto como lagrimas en la lluvia.” (Pino Pace)