Por Jorge Garrappa
A pocas horas de ser electo Papa de
la Iglesia Católica Universal un argentino, se ha desencadenado una virulenta
campaña de desprestigio contra el flamante Sumo Pontífice, Jorge Mario Bergoglio:
Papa Francisco.
No pensaba escribir este artículo
pero las circunstancias actuales lo ameritan y me obligan, como católico y como
argentino, a hacerlo ... con el corazón en alto.
Campaña que, paradójicamente, no
tiene origen en oscuras oficinas del servicio de inteligencia de algún centro
de poder internacional, sino en Argentina, la Patria misma del nuevo Papa.
Con el viejo truco de “mentir y
mentir pues algo quedara”, sectores y organizaciones cercanas al poder
político de turno, con la logistica de algun “periodista” (?), ex
- dependiente de la Secretaría General de la Presidencia del gobierno de facto
del General Onganía y miembro de una organización armada de los años '70, intentan
desacreditar la legítima decisión del Conclave de 114 cardenales y ahogar la
alegría de más de 1.200.000.000 de católicos de todo el mundo, entre ellos
36.000.000 de argentinos.
El instrumento de descredito elegido
es el remanido tema de la supuesta “colaboración” de Bergoglio con la dictadura
mas deleznable de la historia nacional.
La maniobra, no obstante, deja al
descubierto el odio visceral e irreconciliable de estos sectores contra la
iglesia católica, en muchos casos “olvidando” que, sus propias vidas, se la
deben a la intervención mediadora de algún miembro de la jerarquía eclesiástica
argentina, incluido por supuesto Jorge Bergoglio.
Aparte de esto, el pensar distinto
nunca debería ser un impedimento para el diálogo fructífero entre sectores que
tienen una alta responsabilidad social, como el Gobierno de la Republica y la
Iglesia. Sin embargo, en nuestro caso, lo es.
El problema se plantea cuando a la
mesa del diálogo no se llega en búsqueda de la verdad y con espíritu de
servicio, sino por pura especulación política y ambición de poder.
Y Bergoglio no se callo, como es su
estilo. Puso en evidencia, en sus homilías, la pura verdad.
Porque es verdad que muchos funcionarios
políticos demuestran no estar al servicio del pueblo, sino a servirse de él, a trepar,
sin escrúpulos ni freno inhibitorio, las escarpadas cumbres del poder.
Y se sintieron aludidos. Y decidieron
cortar todo dialogo y hasta se encargaron de evitar encuentros oficiales con el
Arzobispo de Buenos Aires.
Lamentable.
Se sabe que, cuando no se puede “meter
en caja a un díscolo”, debe intentarse primero comprarlo. Caso contrario, desacreditarlo,
golpeándolo en su “talón de Aquiles”.
A Bergoglio no lo pudieron comprar
porque jamás le intereso la plata. Su sencillez y humildad “franciscanas” son
tales que ni siquiera se desplazaba en automóvil. Prefería hacerlo en los
medios públicos que usan y padecen millones de trabajadores de la ciudad de
Buenos Aires.
No lo pueden acusar de “burócrata”
pues, si algo tienen los miembros de la Compañía, es su inquebrantable vocación
de servicio y su fantástica capacidad de trabajo y organización.
Tampoco le cabe el mote de “oligarca
clerical” pues solo habría que preguntarle a los ocupantes de las villas, donde
el Cardenal tomaba mate con los pobres y escuchaba con atención sus problemas y
pesares.
Bastaría pedir la opinión de los padres
de los chicos muertos en Cromagnon o a los familiares de las desgraciadas víctimas
del desastre ferroviario de Once.
En ambos casos, el acompañamiento de
Bergoglio fue permanente, tanto en su dolor como en la búsqueda de justicia.
O tal vez se podría probar
interrogando a los cientos de personas que semanalmente visitaba en sus lechos
de enfermo para alcanzarles la Comunión con Cristo o tan solo una palabra de
aliento.
De todos modos esta campaña desatada contra el Papa Francisco no nos
debiera sorprender.
El Papa Emérito, Benedicto XVI, también fue -en su momento- blanco de operaciones
mediáticas de desprestigio.
Ignorando deliberadamente el contexto -como ya es costumbre- fue atacado impiadosamente
por haber pertenecido a un grupo de jóvenes que ayudaban a las milicias nazis,
en la defensa antiaérea de la ciudad.
No les importo -a las usinas del descredito- que Ratzinger –entonces de 18 años- fuese enrolado en forma obligatoria por los nazis, como era
usual en aquellos días en que tantos soldados alemanes morían, haciendo
necesario echar mano de los jóvenes, en forma forzosa.
De
igual modo, ni el carisma incomparable de Papa Wojtyla (Juan Pablo II), pudo impedir
acusaciones similares que trataban de ligarlo al nazismo en Polonia y hasta jugando
un papel importante en la creación del “gas mortal” que usaron los alemanes contra
los judíos durante el holocausto!
En fin, una pena que se deba perder
tiempo en escribir estas líneas cuando debería solo expresar mi inmensa felicidad
y alegría por la elección del Santo padre.
Un papa argentino puede ayudar mucho
a nuestro país. Puede ayudarnos a salir de la mediocridad y el estancamiento en
que está sumido desde hace tiempo.
Basta recordar que Juan Pablo II
contribuyó decisivamente a la caída del muro, al respaldar, en todo momento, a
Lech Walesa en sus aspiraciones de hacer desaparecer el comunismo de la tierra
natal de ambos y de derribar la muralla que dividía Berlín.
Nadie discute hoy que, sin los viajes del Papa a
Polonia, no se podría haber puesto en marcha el llamado «efecto dominó», que,
partiendo del ejemplo polaco, contagió a las demás naciones marxistas del
entorno, incluida la Unión Soviética, y terminó con la dictadura y la opresión.
El propio jefe soviético, Mijail Gorbachov, no tuvo
reparo en reconocer públicamente que la intervención de Juan Pablo II fue
decisiva en los acontecimientos que culminaron, en noviembre de 1989, con el
derribo del muro y todo el sistema comunista en Europa.
Me da un poco de envidia leer los mensajes de
salutación que llegan de todo el mundo al nuevo Obispo de Roma.
Obama, el Premier Britanico, la Merkel y tantos
otros mandatarios de los cinco continentes, no cesan de expresar su gran alegría
por la elección del nuevo Papa.
Hasta el Obispo de la Diócesis de Malvinas ha
declarado recientemente que si el Papa Francisco llega a Brasil, con motivo del
encuentro de Jovenes, quisiera que visitase las Islas. Increíble, pero muy cierto lo que ha
despertado este, nuestro Papa, en el mundo!
Mientras, desde lo mas alto del poder de nuestro
país, solo partió un mensaje frio y formal con mas “recomendaciones” altisonantes
que deseos de un feliz papado.
Como puede ser que algunos argentinos no estén
felices y retaceen poner sus esperanzas en este hombre santo?
Como puede ser que, mas allá de las
diferencias, no seamos capaces de leer este presente promisorio que se abre después
de la Fumata Bianca?
Como puede ser que no nos demos cuenta que, a
pesar de todos nuestros defectos y pecados, Dios nos ama y nos gratifica con
dones que no merecemos ni somos capaces de apreciar?
Gracias a Dios el Premio Nobel de la Paz,
Perez Esquivel, salió a desmentir categóricamente estos sueltos difamatorios
sobre Bergoglio.
También lo hizo Alicia Oliveira, ex jueza, que aseguro sin tapujos que el actual papa no se
desentendió jamás de la situación de los sacerdotes jesuitas Yorio y Jalics.
El proprio
Francisco Jalics -actualmente retirado en Bavaria- ha declarado a la agencia
DPA que se ha reconciliado personalmente con Bergoglio sobre los hechos que se le
pretenden imputar. “Al papa Francisco – ha concluido Jalics – le deseo la más rica bendición de Dios para realizar
su tarea”.
En verdad,
Jorge Bergoglio ha aclarado que había advertido -a los sacerdotes jesuitas- del
peligro que corrían y que, luego de su detención, durante cinco meses,
intercedió ante los militares hasta lograr la libertad de ambos.
En fin, quiero
cerrar esta nota con las promisorias palabras del periodista brasileño, Sergio
Malbergier de la “Folha de Sao Paulo”: “Si ganásemos el
papado aumentaría nuestra confianza. Juan Pablo II hizo milagros para Polonia. Los
argentinos crecerán”.
Sursum corda …
Habemus
ad Dominum!