Por Peter Zumthor (Premio PRITZKER de Arquitectura 2009)
Los jóvenes acuden a la
universidad, quieren ser arquitectos o arquitectas, quieren averiguar si poseen
las cualidades para ello. ¿Qué es lo primero que se les transmite? Lo primero
que se les ha de explicar es que no se encontrarán con ningún maestro que
plantee preguntas ante las cuales él sepa de antemano la respuesta. Hacer
arquitectura significa plantearse uno mismo preguntas, significa hallar, con el
apoyo de los profesores, una respuesta propia mediante una serie de
aproximaciones y movimientos circulares.
La fuerza de un buen
proyecto reside en nosotros mismos y en nuestra capacidad de percibir el mundo
con sentimiento y razón. Un buen proyecto arquitectónico es sensorial. Un buen
proyecto arquitectónico es racional.
Antes de conocer siquiera la palabra arquitectura, todos nosotros ya la hemos
vivido. Las raíces de nuestra comprensión de la arquitectura residen en
nuestras primeras experiencias arquitectónicas: nuestra habitación, nuestra
casa, nuestra calle, nuestra aldea, nuestra ciudad y nuestro paisaje son cosas
que hemos experimentado antes y que después vamos comparando con los paisajes.
las ciudades y las casas que se fueron añadiendo a nuestra experiencia. Las
raíces de nuestro entendimiento de la arquitectura están en nuestra infancia,
en nuestra juventud: residen en nuestra biografía. Los estudiantes deben
aprender a trabajar conscientemente con sus vivencias personales y biográficas
de la arquitectura, que son la base de sus proyectos.
Los proyectos se abordan de manera que pongan en marcha todo ese proceso. Nos
preguntamos qué es lo que entonces nos gustó, nos impresionó, nos conmovió en
esa casa, en esa ciudad, y por qué. Cómo estaba dispuesto el espacio, el lugar,
qué aspecto tenía, qué olor había en el ambiente, cómo sonaban mis pasos, cómo
resonaba mi voz, cómo sentía el suelo bajo mis pies, el picaporte en mi mano,
cómo era la luz sobre las fachadas, el brillo de las paredes. ¿Era una
sensación de estrechez o de amplitud, de intimidad o vastedad.
Pavimentos de listones de madera cono ligeras membranas, pesadas nasas pétreas,
telas suaves, granito pulido, cuero delicado, acero rudo, caoba bruñida, vidrio
cristalino, asfalto blando recalentado por el sol, he aquí los materiales de
los arquitectos, nuestros materiales. Los conocemos a todos ellos y, sin
embargo, no los conocemos. Para proyectar, para inventar arquitecturas, debemos
aprender a tratarlos de una forma consciente. Eso es un trabajo de investigación;
eso es un trabajo de rememoración. La arquitectura es siempre una materia
concreta; no es abstracta, sino concreta.
Un proyecto sobre el papel no es arquitectura, sino únicamente una
representación más o menos defectuosa de lo que es la arquitectura, comparable
con las notas musicales. La música precisa de su ejecución. La arquitectura
necesita ser ejecutada. Luego surge su cuerpo, que es siempre algo sensorial. Todos
los trabajos del proyecto del primer curso de arquitectura parten de la sensualidad
corporal y objetual de las arquitecturas, de su materialidad. Experimentar la
arquitectura de una forma concreta, es decir, tocar su cuerpo, ver, oír, oler.
Los temas del curso son descubrir esas cualidades y después, saber tratar con
ellas conscientemente. En todos los ejercicios se trabaja con materiales
reales, se apunta siempre, y de una forma directa, a objetos concretos, cosas e
instalaciones hechas de materiales reales (barro, piedra, cobre, acero,
fieltro, tela, madera, yeso, ladrillo, etc.).
No hay maquetas de cartón. Lo que se debe producir no son, en absoluto,
"maquetas", en su sentido habitual, sino objetos concretos, trabajos
plásticos a una determinada escala. Incluso el dibujo (le planos a escala debe
partir siempre de un objeto concreto (aquí el orden habitual en la práctica
arquitectónica –idea, plano, modelo, objeto concreto- se invierte). Primero se
crean los objetos concretos y más tarde se dibujan a escala. E incluso la
comprensión de las distintas dimensiones de la escala en la arquitectura se
estudia en objetos concretos (por ejmplo, tomando medidas de una sección
transversal o longitudinal de un trazado viario, dibujos detallados de un
espacio interior existente, etc.)
Llevamos en nuestro interior imágenes de las arquitecturas que nos han ido
configurando, y podemos hacer revivir estas imágenes en nuestro espíritu y
hacerles preguntas, pero de todo esto no surge aún un nuevo proyecto, ninguna
nueva arquitectura. Todo proyecto ansía tener imágenes nuevas, nuestras
"viejas" imágenes únicamente nos pueden ayudar a encontrar las
nuevas. Pensar en imágenes al proyectar algo entraña siempre pensar en la
totalidad. Pues, por su naturaleza, la imagen muestra siempre la estructura
total del sector de la realidad imaginada objeto de consideración, como, por
ejemplo, la pared y el suelo, el techo y los materiales, la atmósfera luminosa
y la tonalidad de un espacio. E incluso, igual que en el cine, vemos todos los
detalles en la transición del suelo a la pared y de la pared a la ventana.
Es evidente que, con frecuencia, estos elementos no están ahí al comenzar un
proyecto, cuando intentamos hacernos una imagen del objeto que estamos
pensando. La mayor parte de las veces, la imagen es incompleta al comienzo del
proceso del proyecto, de modo que nos esforzamos por volver a concebir y
clarificar una y otra vez el tema de nuestro proyecto, a fin de que las partes
que faltan encajen en nuestra imagen. O, dicho de otro modo: proyectamos. La
clara y concreta perceptibilidad de las imágenes que nos representamos nos
ayuda a hacerlo, a no perdernos en la esterilidad de abstractas hipótesis
teóricas, a no perder el contacto con las cualidades de concreción de la
arquitectura.
Nos ayuda a no enamorarnos de la calidad gráfica de nuestros dibujos y a no
confundirla con lo que constituye realmente una cualidad arquitectónica.
Producir imágenes interiores es un proceso natural que todos nosotros
conocemos. Forma parte del pensamiento. Un pensamiento asociativo, salvaje,
libre, ordenado y sistemático en imágenes, imágenes arquitectónicas,
espaciales, en color y sensoriales; he aquí mi definición preferida del
proyectar. Me gustaría transmitir a los estudiantes que el método adecuado para
proyectar es ese pensar en imágenes.
Enseñar arquitectura,
aprender arquitectura. Extracto del libro “Pensar la
arquitectura” - Peter Zumthor 1996.
La construcción es el arte de configurar un todo con sentido a partir de
muchas particularidades. Los edificios son testimonios de la capacidad humana
de construir cosas concretas. El núcleo propio de toda tarea arquitectónica
reside, para mí, en el acto de construir. Es aquí, cuando los materiales
concretos se ensamblan y se levantan, donde la arquitectura pensada se
convierte en parte del mundo real.' P.Zumthor
“Estos edificios parecen estar fuertemente
enraizados en el suelo. Dan la impresión de ser una parte natural de su
entorno, y parecen decir: “soy como tú me ves, y pertenezco a este lugar”.
Despierta toda mi pasión poder proyectar
edificios que, con el correr del tiempo, queden soldados de esta manera natural
con la forma y la historia del lugar donde se ubican.
Con cada nuevo edificio se interviene en una
determinada situación histórica. Para la calidad de esta intervención, lo
decisivo es si se logra o no dotar a lo nuevo de propiedades que entren en una
relación de tensión con lo que ya está allí, y que esta relación cree sentido.
Para que lo nuevo pueda encontrar su lugar nos tiene primero que estimular a
ver de una forma nueva lo preexistente. Uno arroja una piedra al agua: la arena
se arremolina y vuelve a asentarse. La perturbación fue necesaria, y la piedra
ha encontrado su sitio. Sin embargo, el estanque ya no es el mismo que antes.”
“La tensión en el interior de un cuerpo
De todos los dibujos que los arquitectos
producen, prefiero los planos de obra. Los planos de obra son detallados y
objetivos. Dirigidos a los especialistas que dan cuerpo material al objeto
pensado, se ven libres de una dirección de la exposición asociativa. No tratan
ya de convencer ni de seducir, como los dibujos de proyecto, sino que se
caracterizan por la certidumbre y la confianza. Parecen decir: “esto se hará
exactamente así”.
Los planos de obra tienen el carácter de
dibujos anatómicos. Muestran algo del misterio y de la tensión interna que el
cuerpo arquitectónicamente ensamblado ya no revela sin más: el arte del
ensamblaje, las geometrías ocultas, la fricción de los materiales, las fuerzas
internas de los soportes y apoyos, el trabajo humano incorporado a las cosas.”
“Pienso aquí, naturalmente, en la pátina del
tiempo sobre los materiales, en el sinfín de pequeñas rozaduras de las
superficies, en el brillo del barniz desgastado y descascarillado y en los
cantos pulidos por el uso. Pero si cierro los ojos e intento dejar desatendidas
todas estas huellas físicas y mis primeras asociaciones, sigue quedando, con
todo, una impresión, un hondo sentimiento: una conciencia del transcurso del
tiempo y un sentimiento de la vida humana que se lleva a cabo en lugares y
espacios, dándoles una pregnancia especial. Los valores estéticos y prácticos
de la arquitectura pasan ahora a un segundo plano. Su significado estilístico o
histórico no tiene ya, en este momento, ninguna importancia.”
"Resistencia"
Creo que actualmente la arquitectura tiene que
reflexionar sobre sus tareas y posibilidades originarias. La arquitectura no es
un vehículo o símbolo de cosas que no pertenecen a su esencia. En una sociedad
que celebra lo in-esencial, la arquitectura puede, desde su ámbito, oponer
resistencia, oponerse al desgaste de formas y significados y hablar su propio
lenguaje.
El lenguaje de la arquitectura no es, en mi
opinión, ninguna cuestión sobre un determinado estilo constructivo. Cada casa
se construye para un fin determinado, en un lugar determinado y para una
sociedad determinada. Con mis edificios intento responder, del modo más exacto
y crítico posible, a las preguntas derivadas de estos hechos sencillos.”
“Ocuparse de las leyes propias de cosas
concretas – como montaña, piedra o agua – teniendo como telón de fondo una
tarea constructiva que entraña la posibilidad de captar algo de la esencia
originaria y “civilizadoramente inocente” – por así decirlo – de esos
elementos, y luego expresarlo, desarrollando así una arquitectura que brota de
las cosas y vuelve a las cosas. Así, las imágenes preconcebidas y las
representaciones formales estilísticamente prefabricadas no podrían hacer otra
cosa que bloquear el acceso.
Mis colegas suizos Herzog & de Meuron
hablan – los cito aquí según el sentido de sus palabras – de que actualmente la
arquitectura ya no se da como totalidad y que, por tanto, debe producirse
artificialmente, por así decirlo, en la cabeza del proyectista, en un acto de
pensamiento. Ambos arquitectos deducen de esta estimación su teoría de la arquitectura
como forma conceptual, una arquitectura que, como supongo, debe reflejar de un
modo especial su totalidad pensada y, con ello, artificial.
No querría seguir ocupándome aquí de esa
arquitectura en cuanto teoría-de-forma-mental, pero sí del supuesto que subyace
en esa idea, de que actualmente ya no se da una totalidad en el edificio en el
viejo sentido constructivo del término.
Personalmente creo en la totalidad corpórea
del objeto arquitectónico que se basta a sí misma, si bien no como algo obviamente
dado, sino como meta, difícil pero indispensable, de mi trabajo.”
“Cuando me concentro en un determinado lugar,
para el cual debo hacer un proyecto, si intento sondearlo, comprender su
estructura, su historia y sus características sensoriales, ya desde muy pronto
empiezan a confluir en este proceso de visualización precisa imágenes de otros
lugares: lugares que conozco y que alguna vez me han impresionado, imágenes de
lugares cotidianos, o especiales, cuya forma llevo dentro de mí como un símbolo
de determinados estados de ánimo y cualidades, e imágenes de lugares, o
situaciones arquitectónicas que provienen del ámbito de las artes plásticas,
del cine, de la literatura, del teatro.”
“Si un proyecto bebe únicamente de lo
existente y de la tradición, si repite lo que su lugar le señala de antemano,
en mi opinión, está falto de la confrontación con el mundo, la irradiación de
lo contemporáneo. Y, si una obra de arquitectura no nos cuenta sino del curso
del mundo o de lo visionario, sin hacer oscilar con ella al lugar concreto
donde se levanta, entonces echo de menos el anclaje sensorial de la
construcción a su lugar, el peso específico de lo local.”
“desde la perspectiva de las razones
teóricas, constructivas y otras de distinto signo, este edificio es
interesante; el problema es que no tiene alma”.
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