"Escribid con amor, con corazón, lo que os alcance, lo que os antoje. Que eso será bueno en el fondo, aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará al lector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie; pero; bueno o malo, será vuestro, nadie os lo disputará; entonces habrá prosa, habrá poesía, habrá defectos, habrá belleza." DOMINGO F. SARMIENTO



lunes, 27 de marzo de 2017

EL SILENCIO DE LOS CULPABLES

Por Jorge Alberto Garrappa

Quien teme decir lo que piensa, tal vez pueda calificar este articulo como “políticamente incorrecto”.
Siempre he considerado que la historia solo puede ser comprendida en su contexto espacio temporal y no se la debe recortar nunca a la medida de cada uno.
Cualquier interpretación sesgada de los acontecimientos históricos puede resultar engañosa, facciosa y, por ende, fragmentaria.
Este 24 de marzo, ante tanta falsedad simbólico-ideológica, malversación histórica y tanta violencia verbal, me pareció oportuno ser “políticamente incorrecto”. 
Solo un poco.

En 1973, Perón no quería ser Presidente de la Nación por tercera vez.
Si, en cambio, pretendía ser la conducción del nuevo proceso político que se iniciaba y un referente estratégico de nuestro país en el exterior.
En ese marco, Isabel solo sería lo que había sido siempre: la compañera fiel de Perón.
Solo por orden expresa de su marido exiliado, debió cumplir misiones políticas correctivas ante las frecuentes desviaciones del peronismo proscripto y dividido.
La traición de Campora y de Montoneros fue la pinza que hizo estallar, deliberadamente, los planes de Perón.
Los infiltrados en el aparato del estado y en las organizaciones políticas y sindicales, estaban convencidos que la revolucionaria era Evita.
No Perón.
El enemigo intimo del General había puesto en marcha un mecanismo de tiempo para eliminarlo, tomar el poder y construir una Argentina socialista como la Cuba castrista o el Chile de Allende.
A Perón no le quedo más remedio que obligar a Campora a llamar a elecciones y asumir el gobierno junto a alguien de confianza moldeado en su propio crisol: Isabel Martínez.
No podía confiar en nadie más.
La formula Peron-Isabel recolecto el 61,85% de los votos pero Montoneros le contesto, solo dos días después, asesinando a Rucci en una emboscada.
Ante esta abierta provocación, el viejo General puso en práctica su ya histórica estrategia del equilibrio de las cargas.
Ante el avance inusitado de esa izquierda marxista violenta le dio carta blanca a la derecha  peronista de Osinde, Lopez Rega y compañía. 
Tambien violenta.
Trato de resguardar a algunos grupos juveniles para no caer en la trampa de la lucha armada foquista como herramienta de construcción democrática del país y pensar en el trasvasamiento generacional del movimiento. 
No alcanzo.
Tal como lo había previsto la conducción de Montoneros, la salud de Perón no resistiría mucho la desobediencia y la creciente violencia a la que ellos sometían diariamente al gobierno y pueblo argentinos.
En efecto, poco después de echarlos de la Plaza de Mayo y desenmascararlos delante de todos, el 1° de julio de 1974, el jefe murió.
Isabel no tuvo más remedio que ser la primer mujer Presidente de un país profundamente convulsionado y gravemente enfermo.
María Estela Martínez hizo lo que pudo y como pudo. Muy pocos la ayudaron.
Propios y extraños, le alcanzaban cada día un nuevo salvavidas de plomo a la viuda de Perón.
Al final, pretendieron que traicionase a su marido renunciando pero, en un último gesto de lealtad, ella se negaria.
Luder y cía. dejaron de ser una opción potable para los militares que decidieron dar el golpe el 24 de marzo de 1976.
Isabel pago los platos rotos y fue a parar presa a El Messidor durante cinco años mientras, muchos de los traidores que la  entregaron la negaron más de una vez como Judas y quedaron libres.
Ella soporto la prisión y el escarnio de casi todos los argentinos en un riguroso silencio.
Desde prostituta e inepta hasta responsable de los crímenes de la Triple A, fue acusada.
Aun así, jamás  pudieron quebrar su silencio.
Con el retorno de la democracia en 1983, el Presidente Raúl Alfonsín la invito -junto al ex Presidente Arturo Frondizi- a la Casa de Gobierno, en un fuerte gesto de unión de los argentinos.
Después se volvio a recluir en España, respondió ante la justicia cuando esta lo reclamo y se negó sistemáticamente a intervenir en la política argentina de cualquier manera.
Se podrá decir muchas cosas de Isabelita pero jamás que haya contribuido a agrandar la profunda grieta que divide a la Argentina.
Otros ex presidentes también han optado por mantener un respetuoso silencio de manera de no entorpecer la institucionalidad siempre en vilo de este país.  
En las antípodas encontramos a la ex presidente derrotada en las últimas elecciones del 2015.
La jefa de esa organización llamada precisamente “La Campora”, debería tomar nota de este ejemplo respondiendo a los reclamos de la justicia y contribuyendo a la unión nacional llamándose a silencio en vez de alimentar ese odio desestabilizante  que envenena el alma y la mente de los argentinos.

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