"Escribid con amor, con corazón, lo que os alcance, lo que os antoje. Que eso será bueno en el fondo, aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará al lector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie; pero; bueno o malo, será vuestro, nadie os lo disputará; entonces habrá prosa, habrá poesía, habrá defectos, habrá belleza." DOMINGO F. SARMIENTO



domingo, 5 de diciembre de 2010

EL MITO DE LOS TUNELES DE RAFAELA

Por Jorge Alberto Garrappa

“In primis” quiero aclarar que, esta intervención mia, no persigue otro fin que el de contribuir a develar la verdad sobre el asunto de los “túneles de Rafaela”.
Debo decir tambien que me asiste el derecho y cierta obligación de participar en este debate, debido a mi colaboración, con el Prof. Daniel Miassi, en la tesis sobre la influencia de la masonería en el desarrollo de la ciudad de Rafaela.
Asimismo, mi participación -durante más de 20 años- en la ideación y dirección de los trabajos de mantenimiento y remodelación de la Catedral “San Rafael”, han enriquecido mi experiencia y conocimiento, tanto en el campo de la arquitectura como en el de la historia.
Dicho esto, comenzaremos a analizar algunas aseveraciones sobre la existencia de presuntos túneles debajo de la ciudad y la relación de ellos con la masonería local.

En 30 de octubre de 2008, bajo el titulo “El misterio de los túneles en Rafaela”, el sitio Rafaela.com publicaba: “Todos saben que en nuestra ciudad existe una red de túneles que atraviesan el micro centro” y a continuación afirma “Esto fue descubierto cabalmente en 1989, con el derrumbe de uno de los sótanos en terrenos del Supermercados Quijote, que durante algunos días fueron la principal atracción para los rafaelinos”.
Sobre este particular me gustaría decir que:
1. Es temerario afirmar que “todos saben” de la existencia –nada menos- que de una “red de túneles que atraviesan el micro centro” cuando infinidad de obras civiles, públicas y privadas (de arquitectura e infraestructura), se han realizado durante muchos años sin que hayan sido denunciado indicios ciertos sobre este tema.
2. En 1989, debido al descenso o “asentamiento diferencial” de una columna metálica del edificio de la ex “Cooperativa General de Consumos” –hoy Supermercados “Quijote”- fui invitado a observar un descubrimiento sorprendente. Se trataba de un sótano de aproximadamente 2,50 m de ancho x 3,50 m de largo x 2,20 m de altura, al que se llegaba por una escalera de 7 escalones construida en ladrillo. Llamaban la atención, en ese local subterráneo, un pilar de mampostería que soportaba la columna metálica superior; dos aberturas abovedadas, abiertas en la parte media alta de los muros norte y este y, un detalle por demás extraño, la puerta, de madera maciza, poseía su pasador metálico de cierre del lado de adentro.
Luego de avocarme a un minucioso examen de situación, pude llegar a la siguiente conclusión:
a) El sótano podia constituir el “tesoro” del comercio (con anterioridad a la Cooperativa General de Consumos). Es decir, la “caja fuerte”, donde se guardaban -temporariamente- los valores con que se operaba comercialmente en aquella época.
b) La custodia del "tesoro" y sus valores, debia estar a cargo de un guardia (probablemente armado) quien aseguraba la puerta por dentro hasta el momento del transporte de los caudales.
c) Las aberturas abovedadas, abiertas en los muros, no parecian túneles sino “conductos de ventilación” construidos dentro de la llamada “cámara de aire” que existe comunmente debajo de los pisos de madera machihembrada (por lo general de pino “thea”) que poseía el local. Dichos conductos, de 0,60 m de ancho, 0,60 m de alto y una longitud entre los 5 y 6 metros, tenían la particularidad de no llegar hasta los muros perimetrales del edificio. Esto, seguramente, para evitar el eventual ingreso de intrusos, a traves de las rejillas de ventilación, colocadas en el zócalo exterior del edificio.
d) El pilar de mampostería, de 0,60 x 0,60 m, fue construido apositamente para soportar el peso de la columna (de fundición de hierro) que se encuentra sobre ese sector de la planta baja (donde hoy se encuentran las cajas del supermercado).

Por otra parte, entre los años 1987 y 1989, dirigí la ejecución de los trabajos tendientes a garantizar la estabilidad del edificio de la Catedral, gravemente lesionado por el ascenso inusitado de la capa freatica. 
a. Pozos de cateo (cimientos)
b. Freatimetros (veredas publicas del edificio)
c. Extracción de muestras testigo (fundación del campanario)
d. Drenaje freático (costado este del edificio)
e. Recalce de cimientos (micro pilotes inyectados)
Estos trabajos nos permitieron conocer la composición de los suelos y de los cimientos del edificio a profundidades que oscilan entre 1,50 m. y los 20,00 m. de profundidad.
No se encontró indicio alguno de túneles u otro tipo de construcciones subterráneas, ni en las adyacencias ni debajo de la propia Catedral. Salvo las tumbas del Padre Dimas Mateos y de los Obispos Monseñor Antonio Brasca y, posteriormente, Monseñor Hector Romero, sepultados alli.

En la década de los ’90, el nuevo propietario del edificio de la ex “Libreria Coppetti” -ubicado en la esquina de Belgrano y 9 de Julio- me invito a visitar los sótanos hallados, durante las obras de remodelacion, bajo el salón principal de lo que fuera librería y, en tiempos mas lejanos, ex fabrica de alpargatas.
Lo que alli pude observar fue un sótano de dos espacios, separados por una arcada (sucesion de arcos de medio punto), cuyo fin era seguramente recibir las columnas y reducir la luz de apoyo de los elementos estructurales (tirantes o perfiles) que debían soportar el entrepiso del amplio salon de planta baja.
Como es característico en estos sótanos, poseía varios orificios de ventilación, construidos de forma oblicua ascendente en los muros perimetrales, cuyas bocas de salida poseían sendas rejillas metalicas en el zócalo exterior del edificio, tanto sobre calle 9 de Julio como Belgrano. Estos últimos orientados en direccion a los Grandes Almacenes Ripamonti, ubicados en la manzana de enfrente. Esto, creo, pudo haber alimentado, en el imaginario colectivo, la idea de túneles que conectaban subterráneamente la Catedral, casas de familias notables y negocios, como el de Faustino Ripamonti.
Lo contradictorio es, sin duda, pretender vincular a algunas familias con la masonería cuando se sabe de su profesión de fe católica apostólica romana, como era el caso de los Ripamonti, los Lorenzatti y otros. Muchos de ellos miembros activos de la Comisión Pro-Templo para la construcción de la nueva Iglesia de Rafaela (actual Catedral San Rafael).

Otro punto que quisiera abordar es, precisamente, el de la masonería en Rafaela. Tema que me intereso desde el tiempo de la mencionada tesis del prof. Miassi y lo que pude investigar posteriormente.
La masonería, como dice el Prof. Infeld en el reportaje mencionado “sería muy temerario relacionar los túneles con los masones”. Y agrega “...la masonería no era perseguida en esos tiempos, tenían de su lado presidentes, gobernadores, concejales, intendentes. ¿Cuál sería el sentido de crear túneles subterráneos?”.
En efecto, los masones locales no se caracterizaban por actuar “bajo tierra”, sino todo lo contrario. Ellos crearon muchisimas instituciones, empresas y, desde ellas, fomentaron e impulsaron el desarrollo de infraestructuras, como el mítico “Tranway”, entre otras.
por ejemplo, los masones de la Logia “La Antorcha”, fundada el 14 de marzo de 1914, realizaban sus reuniones en locales conocidos, como el de la esquina de Pueyrredon y San Martin, e invitaban a personalidades del medio a enrolarse en sus filas. Todo a plena luz del día. A no ser las reuniones ordinarias que, seguramente, se llevarian a cabo en horario nocturno.
Es mi convicción que los masones le generaron un grave daño económico a Lehmann, al "cortárle" la llegada y comercialización del grano producido en esta zona.
El plan era dirigir el grano de la zona al molino harinero de Pedro Avanthay, en gran parte transportado por el tranvía a vapor o "Tranway", transformado en ramal ferroviario colector cerealero del oeste santafecino.
Podria ser la caída económica y financiera, el motivo que habría llevado a Lehmann al comentado suicidio en una casa de mala reputación de los arrabales de la Capital Federal?.
Los masones tenian ceremonias de iniciación un poco extrañas, es cierto, pero túneles subterráneos -en estas tierras- es una teoría que no parece tener asidero alguno.

Sobre los sótanos de los ex Almacenes Ripamonti, puedo también hablar con conocimiento de causa por haberlos recorrido e inspeccionado junto a otros funcionarios del Departamento de Estudios y Proyectos del municipio, donde trabaje algunos años, mientras me desempeñaba tambien como Presidente de la Comisión de Preservación y Defensa del patrimonio Urbano, que tiene bajo su tutela ese mismo edificio.
Allí, en efecto, existen sótanos de grandes dimensiones como en casi toda la manzana pues, es archiconocido, que Ripamonti poseía depósitos de mercaderias y locales de trabajo mientras funciono a pleno. Pero túneles o corredores que se interconecten otras propiedades vecinas no se encontraron, al menos hasta ahora. Probablemente la re-funcionalización del edificio, actualmente en curso, pueda echar luz sobre este particular.
El consultado Prof. Infeld dice en otra parte de esa entrevista: “Donde había grandes almacenes, comedores, hoteles, generalmente en torno a las plazas de los pueblos, estos edificios tenían grandes sótanos con dos o tres habitaciones subterráneas. Era algo común en la época, pero si eso a su vez estaba unido por una red de túneles, y que esto tenga que algo que ver con la masonería, es algo que presenta muchas dudas”. Lo que me exime de mayores aclaraciones sobre el punto.

Sin embargo coincido en que es un tema abierto, apasionante y envuelto en un halo de misterio y de leyenda que, de poderse comprobar su existencia, constituiría ciertamente una contribución adicional, de la masonería, al turismo de Rafaela.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Coincido totalmente con el Arq. Garrapa. Los túneles de Rafaela, son un gran MITO URBANO. Solo existen en la imaginación.
Marco Boidi