"Escribid con amor, con corazón, lo que os alcance, lo que os antoje. Que eso será bueno en el fondo, aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará al lector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie; pero; bueno o malo, será vuestro, nadie os lo disputará; entonces habrá prosa, habrá poesía, habrá defectos, habrá belleza." DOMINGO F. SARMIENTO



domingo, 30 de noviembre de 2014

ESTOY EN “TUS” MANOS...!!!

Por Jorge Alberto Garrappa

Esta crónica la escribí hace ya bastante tiempo. Precisamente  el 6 de noviembre de 2010.
Inmediatamente pensé: “algún día va a servir”.
Este es el día elegido para publicarlo.
2008 - Ese año fui por primera vez del Padre Ignacio Peries, sacerdote, oriundo de Sri Lanka, que vive en Rosario.
Era un sábado.
Llegamos temprano pero debimos esperar la misa de las 19 horas. Sin embargo, la espera no se siente cuando se tiene fe.
No soy un místico. Tampoco un fanático ultramontano. Mas bien me defino como un hombre de fe.
El padre Ignacio celebro la misa. Me llamo mucho la atención su lentitud al consagrar el pan y el vino. Luego esparció sus bendiciones, uno a uno, como lo hace siempre.
Fijo sus penetrantes ojos negros en mí, me abrazo como es su costumbre, golpeo mi espalda, mi pecho y mis ingles.  
Lo oí decir, casi imperceptiblemente, a una de sus ayudantes: “próstata”.
La joven me llevo a un costado y me dio una formula de oraciones que él había ordenado.
Debía acompañarlas con agua bendita y algo de limón diariamente. Durante varios meses.
Creí que eso era todo. Que bastaría con cumplir al pie de la letra. No comprendí que debía visitar al médico para control.
2009 - Casi un año después, un infarto en curso me llevaba al quirófano por un “stent”.
El día 7 de agosto – festividad de San Cayetano - el cirujano colocaba ese pequeño adminiculo en mi coronaria derecha, bloqueada al 99%.
Desde ese día, mi vida cambio. Todo dio una vuelta de campana. Nada fue como había sido hasta entonces.
Las pequeñas cosas adquirieron mayor estatura. Mi entorno cambio de color. Tome decisiones importantes, muchas pastillas y medicamentos.
Paralelamente, a pesar de cumplir la cura del Padre Ignacio al pie de la letra, paso lo que tenía que pasar.
2010 - Ese invierno me diagnosticaron: cáncer.
Volví del Padre Ignacio en Agosto. Sentía en mi corazón que debía ir. Fue un domingo. Llovía a cantaros y hacia un frio de locos en Rosario.
Casi inmediatamente, entramos a la misa de las 8…!
Sorprendente, o mejor dicho, providencial.
Pero eso no fue todo, el padre suele elegir, entre los participantes, quienes han de llevar las ofrendas.
Eligio a una muchacha y a un joven que estaba a unos metros de mi. Continuo su marcha y se detuvo en seco, volvió sobre sus pasos, me miro a los ojos y apoyo su mano en mi pecho.
“Este señor también”  Dijo a su colaboradora.
Quede helado. No pude contener mis lágrimas.
“Viste lo que hizo, te eligió justo a vos” dice mi esposa al oído.
Al momento de la entrega de la ofrenda volvió a mirarme y en voz muy baja susurro:
“como estas?
“Estoy en tus manos” fue la única frase que salió del fondo de mi alma.
Agradeció la ofrenda y continúo con la misa.
Al final, llego la hora de la bendición individual. Los enfermos con diagnostico debíamos esperar sentados en el primer banco.
Junto a mí se sentó un joven de unos 30 años. La edad del mayor de mis hijos. Le pregunte cual era su diagnostico.
“Cáncer” dijo. Lloramos juntos.
“El te va a curar, El ve a través de la materia, a mí me lo dijo hace tiempo”, le asegure.
“Pero no hice caso”
A mi turno, el Padre Ignacio nuevamente me miro fijo a los ojos, toco mis ingles y le dio la formula a su colaboradora, que me fue trasladada inmediatamente.
Esta vez, además de las oraciones, debía preparar un ungüento y aplicarmelo cada noche, antes de dormir.
Junto a la cura programada por los médicos, claro.
En noviembre de ese año volví.
Llegamos otra vez temprano. Nuevamente debimos esperar la misa de las 11, por la cantidad impresionante de gente.
Nos toco entrar en la vieja iglesia de la Natividad del Señor. Fue una misa fantástica. Inolvidable! Oficiada por un cura joven, profesor universitario llamado Ariel, como el ángel.
Averigüe que, el ángel Ariel, está relacionado a los sueños y a las revelaciones, por ello no es extraño que sea invocado para lograr comprender lo desconocido y agradecer a Dios por los beneficios recibidos. También posee un cuerno en su mano como otros ángeles, pero esta abundancia hace referencia a la sabiduría y al conocimiento.
La suya fue una homilía maravillosa. Llore durante casi toda la celebración, sin pudor alguno.
Antes no podía llorar. Ahora sí.
Al termino de la celebración, llego la bendición individual del Padre Ignacio, ya en el aula magna.
Esta vez me miro como a todos. Me toco pero no dijo nada. Me regalo una medallita bendecida por él mismo.
Volví a casa convencido que, esta vez, el no había visto en mi nada demasiado malo.
Estoy feliz y contento por eso.
Creo en el. Porque sus manos no son suyas…Es Él quien las guía.
No son sus ojos los que ven...Son los de Él
Ellos ven lo que nadie más puede ver...
Todas las noches rezo mis oraciones. Pido por mi familia y mis amigos cercanos y lejanos. Esto lo hago desde hace muchos años.
No me pregunten por qué.
Me pondría nuevamente a llorar.
El 6 de diciembre 2010, un mes después de mi visita al Padre Ignacio, viaje a Santa Fe, a tomar examen en la Universidad Catolica.
La asignación del aula con aire acondicionado mejoro mi habitual buen humor. La abultada lista de alumnos a examinar tampoco mello mi voluntad.
Cuando examinabamos al último alumno, vibro el celular en mi bolsillo. Salí al pasillo y leí el escueto SMS de mi bioquímico:
“Resultado PSA 1,90. Saludos”.
Con el corazón acelerado le agradecí la buena noticia, y su deferencia. El siguiente SMS fue a mi esposa. Soporte inclaudicable. Ella debía saberlo inmediatamente.
Respondió exultante, emocionada. Pude percibir el llanto de alegría.
El Padre, el Hijo, la Virgen y este sacerdote, lo estaban haciendo posible. La ciencia también ayudaba y mucho.
Mi cuerpo y mi alma reaccionaban favorablemente a las curas programadas. Era posible con la fe, la positividad y el entorno de ayuda. Esa “red solidaria y amorosa” increíble que me sostiene para no caer.
Muchas gracias a todos.
"Sonríe siempre para no dar a los que te odian el placer de verte triste..."
(Padre Ignacio Peirés)
Hoy sigo en sus manos.