"Escribid con amor, con corazón, lo que os alcance, lo que os antoje. Que eso será bueno en el fondo, aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará al lector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie; pero; bueno o malo, será vuestro, nadie os lo disputará; entonces habrá prosa, habrá poesía, habrá defectos, habrá belleza." DOMINGO F. SARMIENTO



sábado, 11 de septiembre de 2010

LA ENAMORADA

Por Jorge Alberto Garrappa

Lo vio venir, directamente hacia ella.
Pegada a la pared, espero mejor suerte.
De nada le valió.
El viejo se le acerco con malas intenciones.
Hubiese querido escapar, de haber podido.
El hombre, no la perdono.
Un certero tajo termino con su vida, joven.
Un último pájaro, pequeño y asustado, volo de entre su ropaje.
El viejo debió arrancarla de ese muro con olor a muerte.
Ella, cayó a sus pies, con un sonido sordo.
El anciano la arrastro, con la sola fuerza de una mano.
En la otra, aun blandía el arma asesina, manchada, chorreante.
Esa joven enamorada ya no regalaria flores a sus pequeños cortejantes.
Nunca pude recordar su verdadero nombre.
Todos la llamabamos, la "enamorada del muro".

DR. ALESSANDRO TEDESCHI: BAJO DOS BANDERAS

“La guerra no sería una aventura tan molesta –dijo un oficial alemán a un periodista, en 1915- si pudieran suprimirse los heridos”.
El corresponsal, sorprendido, le inquirió: “Como suprimirse?”
“Si señor. Muchas victorias se pierden por los heridos. Por ellos también se sufren muchas derrotas.” Afirmo el soldado.
En efecto, parecía ser así, porque ni los carros de municiones, ni los trenes de pertrechos, ni las columnas de cañones -que iban y venían silenciosamente- hacia y desde el frente de la batalla, dificultaban el desarrollo de la guerra como lo hacían los heridos.
Sin embargo, hasta en el propio frente ha habido anécdotas que reflejan el abnegado trabajo de los soldados de la Cruz Roja de todos los países beligerantes.
Una de ellas cuenta que el 2 de setiembre de 1915, año en que entro en guerra Italia contra el Imperio Absurgico, una batería en reposo vio avanzar, desde las montañas, una patrulla austriaca que con facilidad podría haber destruido completamente con proyectiles “shrapnells” de fragmentación.
“Por que no tiramos capitán? Pregunto un artillero. a lo que su comandante le respondió: “porque allá adelante están los compañeros de la Cruz Roja recogiendo los heridos austriacos y algún proyectil podría explotar sobre ellos. Es preferible arriesgar a una derrota que cometer el crimen de asesinar heridos y médicos”
Para Italia, durante la Gran Guerra 1915-1918, los heridos fueron sagrados, pues eran considerados pedazos vivientes de la Patria.
A aliviar y curar esos retazos sufrientes de la Patria, fueron los estudiantes de medicina, los enfermeros y los médicos italianos de todas partes del mundo.
Este es el caso del Profesor Doctor Alessandro Tedeschi. Este médico y docente, era nacido en Livorno (Toscana) y había estudiado medicina en la Universidad de Pisa, graduándose en 1889.
Al año siguiente trabajo con el científico alemán Wirchow en Berlín y regreso a Italia. En 1893 fue nombrado profesor de Anatomía Patológica de la Universidad de Siena y en 1894 gana el concurso de anatomo - patologo del manicomio Chiarugi de Florencia.
En 1898 fue nombrado profesor extraordinario de anatomía –patológica en la Universidad de Cagliari y en 1899 es convocado desde la Argentina para fundar y dirigir el laboratorio de esa disciplina del Hospital de Alienadas.
Retorno a Italia varias veces, la primera en 1902 regresando a Buenos Aires en la Primera Clase del famoso vapor “Sirio”, el 13 de mayo de ese año.
La segunda a fines de 1906, volviendo el 9 de Junio de 1907 a bordo de la nave Lombardia, en Primera Clase.
Al entrar Italia a la Primera Guerra Mundial, el Doctor Tedeschi, médico del Hospital Italiano de Rosario se alisto en el ejército italiano.
El Rey de Italia le confirió el grado de Mayor y el General Cadorna, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, lo destino a dirigir el Hospital de Campaña N° 206 del Tercer Ejercito del Carso, comandado por el Duque de Aosta, Emanuele Filiberto.
Por su brillante desempeño fue ascendido a Teniente Coronel y al finalizar el conflicto retorno a la Argentina asumiendo su cargo de cirujano jefe del Hospital Italiano de Rosario.
Fue un gran colaborador de la colectividad italiana por lo que mereció ser condecorado como Gran Oficial de la Corona de Italia y Caballero de San Mauricio y San Lázaro.